Gary North en su libro “Liberando la Tierra” menciona que una de las razones por la cual la Iglesia no es perseguida en los países no comunistas es porque los mensajes de los pastores desde sus púlpitos no amenazan a los gobernantes políticos existentes y que las Iglesias se han autoimpuesto medidas de buen comportamiento para evitar controversias.1 Es una dura verdad que asimilar, y la realidad es que la Iglesia se ha anulado en casi toda esfera de la vida, ha adoptado gustosamente el estatus de “tolerable” más que ser la voz profética y baluarte de la verdad. Si no hay algún tipo de persecución o de resistencia contra la Iglesia mientras el humanismo se jacta de ser la realidad gobernante, entonces seguramente la Iglesia ha perdido su salinidad y está siendo pisoteada por los hombres.
La pérdida de salinidad y sabor por parte de la iglesia es producto de lo que se podría llamar “vasectomía teológica”, la iglesia se ha “auto-anulado” o “esterilizado” de la esfera cultural reduciendo su mensaje a frases motivacionales y a un retiro de la vida en general, omitiendo de su mensaje aspectos clave para el avance del Reino. El énfasis en el estudio de la Biblia desde una perspectiva meramente personal y privada y no desde una de pacto resulta en una aplicación reducida y hasta cierto punto irrelevante en la esfera pública.
Aunque en los últimos años ha surgido un auge de la doctrina calvinista que enfatiza la soberanía de Dios, mucho del pensamiento gnóstico sigue presente en las enseñanzas; si este es el caso, la soberanía de la cual se predica no es soberanía en lo absoluto, Dios termina siendo “soberano” en la esfera espiritual y el hombre en lo material. El retirar el concepto de la soberanía de Dios del mensaje, implica entonces reconocer al hombre como el soberano, por lo tanto, sería aceptar una supuesta neutralidad en cuanto a la ley, lo que significa idolatría. Toda área de la vida entonces se sujeta al hombre, y no es que el lugar que debe ocupar el soberano quede vacante, sino que el hombre y sus instituciones lo ocuparán.
¿De qué nos serviría llevar una “relación” de hijos o de amigos con Dios en lo privado si estamos rechazándole como nuestro Señor en toda área de la vida entregando su autoridad a alguien más?, esta supuesta “relación” sin ley y Rey de la cual hablan muchos pastores no es más que rebelión. El Estado como la versión institucionalizada del intento del hombre de ser su propio dios redefinirá la vida, la familia, la educación y la economía.
Entonces el predicar sobre la soberanía de Dios implica predicar sobre la autoridad que Él tiene sobre todo aspecto de la vida, y que a su vez esto significa que todo debe vivirse en sus términos y propósitos, ya sea en lo privado o en lo público. La predicación sobre la soberanía de Dios debe ir de la mano con la predicación sobre la responsabilidad del hombre, justamente este es otro aspecto que ha quedado excluido del mensaje bíblico, porque si es que se llega a hablar sobre la responsabilidad no es en términos de pacto sino humanistas.
Cuando se retira este elemento del mensaje bíblico, abre la puerta de par en par al antinomianismo, y una iglesia carente de la enseñanza sobre la responsabilidad es terreno fértil para el sectarismo y el misticismo; ambos aspectos terminan anulando la influencia de la iglesia en la cultura, porque no hay nada que motive al hombre a practicar una ética bíblica.
Cuando leemos en el libro de Proverbios que el principio de la sabiduría es el temor de Jehová implícitamente se nos habla sobre la responsabilidad que tiene el hombre ante Dios, ¿cuál temor si no hay sentido de responsabilidad?
La verdadera responsabilidad se da cuando el hombre reconoce que está bajo la soberanía de Dios, sin el temor de Jehová no hay fundamento objetivo para el deber, la moralidad se vuelve un concepto sujeto a cambio. Entonces el temor de Jehová genera en el hombre un sentido de responsabilidad y deber, y un punto de referencia trascendente, así como una autoridad mucho más alta que la del Estado y sus instituciones. Con esto no estoy diciendo que las iglesias no hablen sobre el temor del Señor, sino que es evidente que no se liga al sentido de responsabilidad, por el simple hecho de que se ha abrazado el antinomianismo, lo cual es una consecuencia lógica del abandono de la responsabilidad y el deber.
La ética bíblica debe ser teonómica, esto porque deriva su autoridad de la Ley de Dios, y como sabemos que no hay esfera neutral, todas las áreas de la vida se sujetarán al juicio de Dios. Tomando el lenguaje del libro de Proverbios, el hombre sabio vivirá consciente de este juicio actuando con reverencia, humildad y diligencia.
Ahora, hablar de responsabilidad implica abandonar el concepto de “subordinación impía”. La Biblia es un documento pactual, y como tal, está basado en un sistema jerárquico, esto es inevitable en cualquier estructura e institución, sin embargo, los púlpitos muchas veces actúan como inhibidores de la responsabilidad, y en vez de fomentar una comunidad sacerdotal activa (1 Pedro 2:9) se establece una estructura piramidal-clerical que monopoliza la voz profética, desde los puestos de liderazgo se dicta lo que se debe pensar y cómo actuar. Este tipo de estructura no solo sofoca la participación de los creyentes, sino que corre el riesgo de suplantar la autoridad del Espíritu Santo con jerarquías institucionales.
El propósito de la Iglesia es el de entrenar a los hombres para el sacerdocio real bajo Cristo y cumplir con la tarea de sojuzgar el mundo para Dios. Y esto es totalmente opuesto a ejercer autoridad sobre los creyentes, porque entonces se les estaría guiando a un estado de dependencia e inmadurez.
Dentro del pensamiento reformado, uno de los principios más importantes y a su vez más olvidados es el derecho y el deber del juicio privado del creyente, es decir, la capacidad de discernir la verdad directamente de las Escrituras. El retomar este principio es clave para el fortalecimiento teológico de las comunidades cristianas, y la reestructuración de estas, porque la responsabilidad no será dejada solamente a un grupo, sino que cada creyente entenderá su deber de autoevaluarse y actuar en base a este juicio. La práctica de este principio inevitablemente hará innecesaria la invasión de cualquier persona o institución sobre la vida del individuo.
Mencioné que la Biblia es un documento de pactual, y por lo tanto esta “subordinación impía” es traición al pacto, porque la institución o líderes suplantan la soberanía de Dios sobre la vida del creyente, rompen con la obligación del creyente de asumir su responsabilidad bajo Dios, e implícitamente se niegan las sanciones históricas.
Este es otro concepto que al abandonarse produce esterilidad teológica, las sanciones históricas son clave para una cosmovisión bíblica integral, no olvidemos que la historia es lineal y se va desarrollando hacia un punto final (el juicio de Dios), y que Dios maldice o bendice a familias, instituciones, naciones e individuos según su fidelidad al pacto. Este concepto es central en la teología del Reino y el abandono de esta es fatal para la Iglesia porque se vuelve incapaz de entender el significado de los eventos históricos.
Gary North enseñó que las maldiciones son importantes dentro del pacto bíblico, de hecho, sin sanciones históricas no hay pacto.
“Las sanciones son visibles, medibles, aplicadas por Dios a través de causas históricas. Si no hay consecuencias históricas, el mensaje del pacto se vuelve irrelevante para la sociedad”2
Piensa, ¿que implicaría predicar un mensaje que carezca de sanciones aplicables en la historia?, predicaríamos de un dios que no es soberano, cuya ley es irrelevante y en el mejor de los casos opcional y donde la justicia queda en espera de ser aplicada en otro mundo u otro plano.
Esto sin lugar a duda limita y derrumba el poder transformador del Evangelio en la cultura. Arrincona a la Iglesia haciéndola vivir como una subcultura periférica y por lo tanto, irrelevante. No hay respuesta a los problemas ni esperanza dentro de una cosmovisión carente del concepto de sanciones históricas, una Iglesia con esta cosmovisión se limitará a aplicar sanciones sobre la membresía dentro de sus congregaciones y ya, pero las sanciones históricas pasarán a ser asunto del Estado.
Estos son algunos aspectos que han neutralizado la fertilidad cultural de la Iglesia en nuestro tiempo, el abandono de estos conceptos por los predicadores no ayuda mucho a la Iglesia a establecer la cultura de Dios en la tierra, sino que crean el efecto opuesto dejando su salinidad convirtiéndola en una cultura periférica con poco o nada que decir a los problemas de mundo.
Es preciso retomarlos si es que queremos ser fieles a Dios y a su pacto. A los enemigos de Dios les da igual nuestras conferencias, retiros, campamentos donde se repite lo mismo de lo mismo; se requiere una cirugía radical, ellos comenzarán a temblar cuando desde los púlpitos se comience a predicar sobre la soberanía de Dios sobre toda esfera de la vida, con sus sanciones y bendiciones en la historia hablando proféticamente sobre las consecuencias no sólo privadas sino históricas del pecado, cuando se comience a fomentar la responsabilidad bajo Dios como sacerdotes reales, incluso cuando esto mismo desafíe las estructuras anti-bíblicas dentro de la Iglesia.
El Evangelio que nos ha sido confiado no se limita a salvar almas, sino que es poderoso para transformar culturas y ponerlas a los pies del Señor.
1 parafraseado de Gary North, Liberando la Tierra.
2 Gary North, Tools of Dominion, p. 26