Los juicios del Señor son justos y siempre llegan a su tiempo, incluso cuando pensamos que tardan en llegar. La previsibilidad de las sanciones en la historia es clave dentro de un entendimiento correcto del pacto bíblico, imagina un contrato entre dos partes sin las sanciones que apliquen por romper alguna de las cláusulas de este, sería absurdo incluso hacer dicho contrato. Sabemos que las sanciones llegan a su tiempo porque Dios no cambia ni miente (Números 23:19) Sin embargo el hecho de que sus sanciones en la historia sean certeras y que su Ley sea confiable, Su misericordia también es algo en lo que podemos tener confianza.
“Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto, será exaltado teniendo de vosotros misericordia; porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que confían en él.”
Isaías 30:18
La perspectiva cristiana sobre la certeza del sistema de sanciones difiere de la perspectiva naturalista del karma. Aunque tenemos certeza del sistema de sanciones dentro del marco pactual, no quiere decir que Dios no detenga su mano en muestra de misericordia esperando el arrepentimiento de su pueblo.
Tenemos un Dios que trasciende el tiempo y la historia, así como también es un Dios personal. El Señor aguarda y tiene paciencia, no porque consienta el pecado ni la rebelión, sino porque como un padre, espera pacientemente el arrepentimiento de su hijo.
La parábola del hijo pródigo muestra claramente esta armonía entre el juicio y la misericordia; y aunque muchas veces se confunde la paciencia y misericordia del padre en la parábola con una falsa aceptación del pecado, es importante notar que las consecuencias por el pecado están ahí y Dios las permite.
“Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.”
Lucas 15:14–17.
Y debemos notar siempre que la misericordia no es algo que podamos ganar ni que merezcamos, incluso en el juicio, Dios muestra su misericordia al no permitirnos vivir la plenitud de lo que el pecado acarrea, que es la muerte, que gran consuelo saber que tenemos un Padre que espera pacientemente que sus hijos “vuelvan en sí”
Otro aspecto importante dentro de la parábola es la seguridad del hijo rebelde al querer regresar al seno de su padre, conociendo su carácter, que es justo y misericordioso, sabiendo que regresar arrepentido sería suficiente para no negarle incluso un lugar entre sus jornaleros.
“Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! 18Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. 19Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.”
Lucas 15:17–19.
Como cristianos debemos ser entendidos y juzgarnos continuamente para saber si nuestras vidas están alineadas a la ley de Dios, una evaluación privada es necesaria para arrepentirnos y corregir; este ejercicio debiera llevarse a la práctica también desde una perspectiva más amplia, y juzgar los pecados que nos han llevado a un juicio nacional. Los juicios de Dios son la manifestación clara de su misericordia, de no permitir que el pecado avance más y termine destruyéndonos. Podríamos decir que tanto el juicio como la misericordia son dos lados de una misma moneda.
En esto, nuestro Señor es exaltado, en mostrar paciencia, juicio y misericordia, el pueblo que espera en Él es bienaventurado.