Porque el Señor tocó todas las partes de la creación, los liberó y desengañó de toda falsedad. Como Pablo dice, “y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:15), para que nadie pudiera ser engañado por más tiempo, sino que en todas partes se pudiera encontrar la misma Palabra de Dios.
Atanasio, En la Encarnación [45]
19 UN BREVE RESUMEN DE APOCALIPSIS
El Libro de Apocalipsis no es imposible comprenderlo, pero es bastante complejo. Su uso extenso de imágenes del Antiguo Testamento requeriría de volúmenes para explorarlo completamente. Mi propósito en este libro, por supuesto, es simplemente presentar en un bosquejo general una exposición Bíblica de la escatología de dominio. (Aquellos que deseen un tratado más completo de estos asuntos deberían consultar mi comentario acerca de Apocalipsis, The Day of Vengeance/Los Días de la Venganza, así como otros trabajos enlistados en la Bibliografía).
Como un todo, el Libro de Apocalipsis es una profecía del fin del orden antiguo y el establecimiento del nuevo orden. Este es un mensaje a la iglesia de que las terribles convulsiones sucediendo por todo el mundo en cada esfera que comprende el “sacudimiento del cielo y de la tierra” final, terminando de una vez por todas con el sistema del Antiguo Testamento, anunciando que el reino de Dios había llegado a la tierra y había roto el control de satanás sobre las naciones. En la destrucción de Jerusalén, del reino antiguo y del Templo, Dios reveló que ellos habían sido simplemente el andamio para Su Ciudad Celestial, Su Nación Santa y para el Templo más glorioso de todos.
Miren que no desechen al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor (Hebreos 12:25-29).
El siguiente bosquejo provee simplemente de un esbozo del mensaje principal de Apocalipsis. Por cuestión de ser breves, su carácter literario formal (por ejemplo, el hecho de que está estructurado en términos tanto de la semana de la creación y del calendario festivo del Antiguo Testamento) será ignorado por ahora.
El Capítulo Uno introduce el tema de la profecía, asegurando a sus lectores que los Cristianos están reinando ahora, aún en la tribulación, como reyes y sacerdotes. Termina con la visión de Jesucristo utilizando algunos símbolos importantes que aparecen después en el libro.
Los Capítulos Dos y Tres contienen mensajes del Señor a las siete iglesias en Asia Menor. Las cartas tratan con los temas principales de la profecía, particularmente con los problemas del judaísmo, estatismo y persecución. Cristo declara que Su iglesia es la verdadera Israel, la heredera legítima de las promesas de pacto y anima a Su pueblo a “vencer,” a conquistar y reinar en Su Nombre. Aunque estas cartas son por lo general descuidadas, realmente comprenden la sección central de la profecía. En gran parte, las últimas visiones son simplemente ilustraciones complementarias de las lecciones en este pasaje.
Los Capítulos Cuatro y Cinco nos dan la filosofía Bíblica de la historia: todas las cosas son vistas desde la perspectiva del trono de Dios. Cristo es revelado como el Conquistador, digno de abrir el libro de los juicios de Dios; la creación y la historia se centran en Él.
Los Capítulos Seis y Siete muestran el rompimiento de los siete sellos del rollo, simbolizando los juicios por caer sobre la Israel apóstata. Estos juicios son mostrados específicamente en las respuestas divinas a las oraciones imprecatorias de la Iglesia en contra de sus enemigos; las acciones gubernamentales y litúrgicas de la iglesia son los medios para cambiar la historia del mundo.
Los Capítulos Ocho y Nueve extienden este mensaje en el hecho mismo de abrirse el rollo, revelando la coordinación entre las declaraciones judiciales de la iglesia en la tierra y los decretos judiciales de Dios desde el cielo. Jerusalén es entregada a satanás y a sus legiones demoniacas, las cuales fluyeron en la ciudad para poseer y consumir a sus habitantes impíos, hasta que la nación entera fue llevada a una locura suicida.
Los Capítulos Diez y Once una vez más presentan una visión de Cristo, quien anuncia que la Nueva Creación y el Nuevo Pacto han llegado a ser un hecho cumplido. La iglesia profética y testigo, aparentemente aniquilada por la persecución judía, es resucitada y son los perseguidores quienes son aplastados. Con la destrucción de Jerusalén y de los andamios del Antiguo Pacto, la terminación y cumplimiento del Templo nuevo y final son revelados al mundo.
El Capítulo Doce forma un interludio dramático, describiendo la batalla básica de la historia en el conflicto cósmico entre Cristo y satanás. El Hijo de Dios asciende al trono de Su reino, ileso y victorioso, y satanás entonces se voltea a perseguir a la Iglesia. Una vez más esto le asegura al pueblo de Dios que todas sus persecuciones se originan en la guerra total de las fuerzas del mal en contra de Cristo, la Simiente de la Mujer, quien ha sido predestinado para aplastar la cabeza del Dragón. Con Él, la Iglesia será más que vencedora.
El Capítulo Trece revela la guerra sin cuartel que se aproximaba entre la Iglesia fiel y el Imperio Romano pagano (la Bestia). El pueblo de Dios está advertido de que las fuerzas religiosas del judaísmo apóstata se alinearán con el Estado Romano, buscando hacer cumplir la adoración a César en lugar de la adoración a Jesucristo. Con fe confiada en el señorío de Cristo, la Iglesia debe ejercer paciencia firme; la revolución está condenada.
Los Capítulos Catorce, Quince y Dieciséis revelan el ejército victorioso de los redimidos, parados en el Monte de Sión cantando cantos de triunfo. Cristo es visto viniendo en la Nube de juicio sobre la rebelde Israel, pisoteando las uvas maduras de la ira. El Templo está abierto y mientras la Nube-Gloria llena el santuario, los juicios divinos son derramados en ella, trayendo las plagas de Egipto sobre los apóstatas.
Los Capítulos Diecisiete y Dieciocho exponen la esencia del pecado de Jerusalén como adulterio espiritual. Ella ha olvidado a su esposo legítimo y está cometiendo fornicación con los gobernadores paganos adorando a César “ebrios con la sangre de los santos;” la ciudad santa se ha convertido en otra Babilonia. Dios emite un llamado final para Su pueblo de separarse de las rameras de Jerusalén y de abandonarla a los ejércitos devastadores del Imperio. A los ojos de la ruina total de la Israel apóstata, los santos en el cielo y la tierra se regocijan.
El Capítulo Diecinueve empieza con la Comunión – la jubilosa fiesta de bodas de Cristo y Su Amada, la Iglesia. La escena entonces cambia para revelar la venida del dominio mundial del evangelio, como el Rey de reyes avanza con Su ejército de santos para hacer la guerra santa para reconquistar la tierra. El agente de victoria es Su Palabra, que sale de Su boca como una espada.
El Capítulo Veinte da una historia encapsulada del nuevo orden mundial, desde la primera venida de Cristo hasta el fin del mundo. El Señor ata a Satanás y entrona a su pueblo como reyes y sacerdotes con Él. El último intento de satanás de destronar al Rey es aplastado y se le da paso al Juicio Final. Los justos y los malvados son separados eternamente y el pueblo de Dios entra en su herencia eterna.
Los Capítulos Veintiuno y Veintidós registran una visión de la Iglesia en su gloria, comprendiendo tanto sus aspectos terrenales como los celestiales. La iglesia es revelada como la Ciudad de Dios, el comienzo de la Nueva Creación, extendiendo una influencia mundial, atrayendo a todas las naciones a sí mismo, hasta que toda la tierra sea un Templo glorioso. Los objetivos del Paraíso son consumados en el cumplimiento del mandato de dominio.
Con este panorama amplio en mente, podemos ahora proceder a un estudio más detallado de las imágenes de Apocalipsis, concentrándonos en cuatro de los símbolos más dramáticos y controversiales: la Bestia, la Ramera, el Milenio y la Nueva Jerusalén. Como veremos, cada una de estas imágenes habló a la Iglesia del primer siglo acerca de las realidades contemporáneas, asegurando al pueblo de Dios del señorío universal de Cristo y animándolos en la Esperanza del triunfo mundial del evangelio.