Uno de los pasajes que requieren nuestra total atención es 1 Samuel 1:11 donde se encuentra la oración y voto de Ana, madre del profeta Samuel.
Es común que limitemos el enfoque del pasaje pensando que la oración de Ana tiene como principal motivación su venganza personal, ya que, si recuerdas, ella era molestada por la otra mujer de Elcana, su marido, porque no había dado a luz a un hijo.
El problema de enfocarnos en una venganza personal o una victoria personal es que nos quita la oportunidad de encontrar una aplicación para nuestros días, y creo que ese el problema con gran parte de las interpretaciones de algunos pasajes de la Biblia.
Es importante recordar que Israel en el tiempo de Ana venía caminando en una línea de rebelión a Dios. Desde el libro de los Jueces leemos que Israel se había alejado del gobierno de Dios optando por un gobierno autónomo, donde cada uno hacía lo que bien le parecía, cada uno siendo su propio Dios, esto en toda esfera. En el libro 1 de Samuel vemos la continuación de esta rebelión con la corrupción del sacerdocio de Elí y sus hijos hasta la culminación de esta apostasía con la petición de un rey como el de las demás naciones en capítulo 8. El tener en mente esto es importante porque comprenderemos con mayor precisión la aplicación del pasaje para nuestros días.
Dejando atrás la idea de que Ana buscaba una venganza personal y sabiendo el contexto en el que vivía, podemos entender que la petición de un hijo tenía un aspecto pactual y judicial. Ana habiendo juzgado su tiempo, reconoció que había una gran necesidad de un juez que sirviera como profeta en medio de una generación que se había alejado de Dios, un hombre que tuviera esa voz profética que anunciara el juicio de Dios sobre esa generación rebelde.
La condición familiar de Ana era una muestra de la apostasía nacional. Es común pensar que todo es culpa de los gobernantes, y en consecuencia pensamos también que la solución debe venir de ahí también. Sin embargo, la apostasía de una nación no comienza en los puestos de gobierno sino en casa, al fin y al cabo, los gobernantes no son más que el vivo reflejo de aquellos quienes los pusieron allí. Lo cual podemos ver capítulos más adelante con la elección de Saúl como Rey; Ana no solo juzgó y vio la apostasía de su nación, sino que reconoció cual era la solución, no un gobernante “piadoso”, sino un hombre que juzgara y profetizara los juicios de Dios.
Algo que me ha parecido fascinante de Ana ante esta situación, es la determinación de hacer “algo al respecto” y no esperar a que llegara alguien que pudiera servir como voz profética en medio de una nación decadente. Ella toma la iniciativa de pedir a Dios un hijo para ser un guerrero al servicio de Dios y de su nación.
¿Has pensado en las implicaciones de una tarea así?, ¿quién querría traer al mundo a un hijo para llevar tal tarea sobre sus hombros? Sobre todo, sabiendo que una tarea de tal índole no sería bien recibida por una sociedad que está determinada a hacer su voluntad.
Esto me hizo pensar en Gary North, cuando dijo que tanto los estatistas, revolucionarios y cristianos escapistas se escandalizan cuando los estándares santos del orden civil dados por Dios empiezan a ser declarados. Y este precisamente, era el reto del hijo que Ana estaba pidiendo.
La oración y voto de Ana es una declaración de guerra contra el orden apóstata de su generación, como mencioné, ella había juzgado correctamente su tiempo y había evaluado la necesidad de comenzar una especie de reconstrucción, empezando desde casa.
Ana ora al Señor de los ejércitos y le pide que le conceda un elemento útil para su ejército. Volviendo a que la petición de Ana no se trataba de una victoria personal sobre su adversario, es el hecho de que Ana prometió dedicar a este niño al servicio de tiempo completo para el Señor.
La dedicación total de su hijo sería a través de un voto nazareo, el cual significaba una entrega total al servicio a Dios, todo aquel que hacía este voto se consagraba separándose para una tarea en términos de guerra. Aquel hombre o mujer bajo este voto era considerado “santo” para el Señor con una tarea especial. Números capítulo 6 nos habla sobre la ley del nazareo, y podemos entender que los requerimientos de este voto como el abstenerse del alcohol, del fruto de la vid, de cortarse el cabello y de tocar cuerpos muertos hablan de un llamado a cumplir una tarea no terminada y orientada a la vida, a parte de expresar pertenencia total a Dios. El mensaje implícito en estos requerimientos era el de “No hay reposo hasta terminar esta tarea dada por el Señor”.
Ahora, nuestros tiempos no son tan distintos a los de Ana, vivimos en una sociedad que ha desechado el consejo de Dios yendo tras sus propios caminos, esto en todos los niveles, familiar, eclesiástico y civil. La oración de Ana es muy pertinente para nuestros días, pero se necesitan mujeres como ella, que estén dispuestas a entregar a sus hijos al servicio del Señor, que tengan un panorama mucho más amplio que el de sus propias vidas y necesidades y que sepan juzgar los tiempos, que estén dispuestas a tomar la iniciativa pidiendo al Señor por un guerrero que sea dedicado totalmente a Él.
El Salmo 127 nos dice que los hijos son saetas en manos del valiente, y el que sean saetas no necesariamente quiere decir que están ahí para ser lanzadas lo más alto o lejos posible, sino que son armas de guerra diseñadas para herir al enemigo. La dedicación total de nuestros hijos tiene como propósito el Reino de Dios y su justicia.
En capítulo 2 leemos como la retribución que pide Ana nunca fue hacia su adversario, sino hacía los enemigos de Dios. La dedicación de los hijos se refleja a través de la educación que les damos, la educación es la herramienta con la que los hijos son capacitados para llevar a cabo la tarea designada por Dios para cada uno de ellos. No podemos pensar en una dedicación total enviando a nuestros hijos a recibir una educación que trabaja en contra de la Ciudad de Dios, el voto nazareo como mencioné implicaba una dedicación total, un corte y una separación total para el servicio. La educación que descansa sobre una filosofía cristiana simboliza ese corte y separación, además de una preparación para el servicio a Dios.
Las “Anas” modernas deben reconocer que la educación es su primer campo de batalla, donde van a capacitar a sus hijos para el servicio y la reconstrucción. El primer paso comienza desde su “aposento alto” en comunión con el Señor, en oración tomando en cuenta que los cambios que requiere nuestra nación requieren sacrificios grandes. Sobre todo, en tiempos difíciles se requiere de hijos bien entrenados para la batalla de sus días.
“Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza” 1 Samuel 1:11.