En últimas fechas ha habido una creciente inconformidad de la sociedad para con los gobernantes en México, el foco de atención está sobre el gobernador de Nuevo León, y sobre el presidente. Sin duda se han suscitado situaciones que dejan en evidencia la falta de capacidad para gobernar; no me quiero enfocar en las situaciones que se han suscitado, sino en algo que se me ha hecho bastante interesante al leer y escuchar las quejas de la gente.
Rushdoony acertadamente escribió “en cualquier cultura, la fuente de la ley es el dios de esa sociedad” y bajo esta verdad una sociedad tiene a los gobernantes que merece, que ha escogido y no solo eso, sino que tiene gobernantes tallados a su propia imagen y semejanza; entonces cualquier queja o demanda con respecto a la falta de gobernabilidad se vuelve hasta cierto punto en una actitud esquizofrénica, demandando algo que el pueblo mismo no quiere.
Pensando en esto he notado cierto paralelo con el pasaje de 1 Samuel 9 y esta situación con los gobernantes mexicanos. El capítulo 9 está justo después de que el pueblo de Israel desechara a Jehová como su Rey yendo en busca de un rey como el de las demás naciones, el capítulo 9 nos introduce a aquel que sería el rey que estaba buscando el pueblo.
A lo largo del reinado de Saúl se nos dice que fue un rey que siempre quiso hacer su voluntad sobre la de Dios, que siempre buscó la aprobación del pueblo incluso pasando por encima de lo que era correcto ante los ojos de Dios, un rey que fue la manifestación de un juicio por parte de Dios hacia su pueblo.
El capítulo 9 es interesante porque podemos ver 4 aspectos de la vida de Saúl, especialmente de su carácter que vaticinaban como sería su reinado y que curiosamente a manera de espejo reflejaba el carácter del pueblo mismo. Por ejemplo en el versículo 3 leemos que se pierden las asnas de su padre Cis, Saúl como el hijo del dueño de las asnas debiera haber mostrado cierto interés por la pérdida de estos animales, sin embargo, el padre es quien toma la iniciativa de enviar a Saúl junto con un criado para recuperarlas, interés por parte de Saúl no vemos, ni siquiera la más mínima insinuación de que se haya dado por enterado de la pérdida de las asnas, sino hasta que su padre actúa; este es el primer punto sobre el carácter de Saúl, indolencia.
En el versículo 5 Saúl dice a su criado “Ven, volvámonos; porque quizá mi padre, abandonada la preocupación por las asnas, estará acongojado por nosotros.” La distancia recorrida aún no era mucha como para desistir de buscar a las asnas, sin embargo, asume que su padre estaría preocupado por ellos, la perdida de las asnas sin duda implicaba una pérdida económica para la familia especialmente para el bolsillo del padre, el cual Saúl debía cuidar a toda costa, obviamente esto no fue una razón suficiente como para seguir con la búsqueda. Cualquier pretexto para abandonar esta empresa sería bueno, mostrando en esto un desinterés total por los bienes de su padre; Aquí otro rasgo del carácter de Saúl, egoísmo.
En versículo 7 ¡el criado y no Saúl muestra mayor preocupación por las asnas! que es quien propone buscar a un vidente para que les ayudara en la búsqueda, Saúl acepta, pero hay un problema, no hay nada que ofrecerle al varón que les ayudará, a pesar de que el camino recorrido no era mucho, las provisiones se habían acabado, de hecho en versículo 8 el criado es quien provee con algo para dar al vidente, Saúl quien debía incluso velar por el criado, el criado es quien resulta velar por Saúl, otro rasgo del futuro rey… irresponsabilidad.
Por último, en versículo 21 dice “¿No soy yo hijo de Benjamín, de la más pequeña de las tribus de Israel? Y mi familia ¿no es la más pequeña de todas las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me has dicho cosa semejante?” Para este punto Samuel le había declarado que él sería el futuro rey de Israel, la contestación (aunque podríamos pensar en una supuesta humildad por parte de Saúl) la respuesta deja ver una negación por aceptar una responsabilidad más; entonces Saúl aquí es retratado como inmaduro. Una responsabilidad desde la perspectiva bíblica es un privilegio, en cambio la huida de las responsabilidades son síntomas de inmadurez.
Como mencioné al inicio, estos rasgos de carácter dejaban ver cómo sería el reinado de este rey, un reinado caracterizado por el egoísmo, por la vanidad, por la inmadurez y la irresponsabilidad. Estas precisamente son las características de los reyes “como las demás naciones” o mejor dicho las características de un pueblo como los demás.
Estos rasgos de carácter de Saúl como mencioné curiosamente son los mismos rasgos del carácter del pueblo.
Que implicaba para el pueblo reconocer a Jehová como su Rey, implicaba alinearse al estándar moral de Dios, es por eso por lo que les acomodaba mejor tallarse un dios a su imagen. La imagen de Saúl con las asnas es el fiel retrato del rey con el pueblo de Israel, ovejas descarriadas, abandonadas, dejadas en último plano y un rey ensimismado en sus propios intereses.
Los gobernantes modernos tienen sus prioridades claras, y definitivamente no son sujetarse a la ley de Dios, ni reconocerle como soberano, así como ellos no están dispuestos a esto el pueblo tampoco: las críticas y demandas hacía ellos por parte de la sociedad se vuelven absurdas si entendemos que demandan algo que ellos mismos no están dispuestos a cumplir.
Estos gobernantes son antagónicos al principio de Mateo 20 con respecto a aquellos que quieren hacerse líderes, dejando de lado el aspecto determinante del servicio. No están dispuestos a servir, así como el pueblo no está dispuesto tampoco. El medio de escape de los pueblos para no someterse al señorío de Dios es a través de gobernantes impíos.
Otro ejemplo en tiempos de Jesús fueron los “expertos de la ley” de su época, estaban bien con vivir paralelamente con la religión de Roma, no porque coincidiera con la Escritura, sino porque dentro de la tolerancia del Estado romano, la élite religiosa judía encontraba la libertad de seguir siendo “reyes” para sus compatriotas, una religión pagana más.
Si como cristianos anhelamos una cultura cristiana debemos empezar por reconocer que esa cultura debe reflejar al Dios que adoramos, no creernos autónomos como para moldear a un gobernante según nuestras demandas, sino somos nosotros quienes debemos amoldarnos a los requerimientos de Dios para el hombre y la sociedad.