Cuando comienza el viaje de la escolarización de los hijos, dos premisas son las que comúnmente se toman como punto de partida, la primera es la de prepararlos para la vida y la segunda, porque es un derecho y se tiene que hacer. Cualquiera sea el punto de partida con el que empezaste este viaje, la meta final por defecto, es la universidad, por lo menos para la mayoría.
La generación conocida como los “baby boomers” veían a la educación superior como una nueva meta a la cual no todos tuvieron acceso, algunos porque todavía no estaba dentro de su mapa cultural, tal vez porque las necesidades eran otras o quizá por falta de recursos. Conforme avanzaron los años, la siguiente generación empezó a ver que la universidad era una meta obligada, porque de cierta manera la preparación académica les destacaba laboralmente de aquellos que no la habían cursado. Ahora, la generación actual se da cuenta que una licenciatura no le es suficiente, sino que necesita un grado mayor, una maestría o doctorado ¡o tal vez dos! para poder destacar y poder conseguir una mejor oferta de trabajo.
Pienso que saber sobre el término “universidad” puede ayudarnos a tener claridad acerca de su función y si es que realmente vale la pena en estos tiempos considerarla como una necesidad.
La palabra universidad contiene la misma raíz etimológica de la palabra universo, o sea unidad, de hecho, el uso de esta palabra en sus inicios refería a una asociación o comunidad orientada a una meta en común. Sin embargo, en nuestro tiempo, este concepto de unidad ha quedado atrás y las universidades más que orientar a sus miembros a una meta en común, son lugares donde la diversidad es promovida, no hay una regla común ni una sola verdad, la universidad se ha vuelto un peligro “cosmovisional” para el cristiano. He aquí el por qué no debe sorprendernos que los hijos de los creyentes al pisar terreno universitario opten por abandonar la fe, claro, esto no siendo culpa de la universidad sino de los fundamentos débiles de la fe de los jóvenes.
Para poder contestar la pregunta ¿Es necesario que mi hijo vaya a la universidad? Necesitamos entender primero que el sistema educativo “convencional” está en declive, danza al son de la política y los políticos, siendo los estudiantes los menos beneficiados de este. La razón de este declive es el rechazo a Dios, el currículo humanista promueve la razón del hombre como el timón de su vida. Por ejemplo, el humanista dice que solo a través de la educación es que el hombre es verdaderamente libre y próspero, esta idea abandona la verdad de que sólo a través de Jesucristo quien es la Verdad encarnada podemos llegar a ser libres (Juan 8:31-32) y que solo Él es quien nos provee y preserva, incluso algunos han llegado a la conclusión de que sin la educación superior quedas reducido a nada.
Ahora, si la universidad es vista como la meta, primero debemos definir el “currículo”. El currículo sencillamente podemos entenderlo como el vehículo y a su vez el camino que nos llevará a la meta (cualquiera que esta sea). Es por eso que es necesario definir la meta primeramente, y la meta o la definimos según nuestra razón o según lo que Dios requiere de nosotros y de nuestros hijos. Este paso es crucial para contestar la pregunta que nos planteamos al inicio.
Pregúntate de manera honesta ¿Por qué quiero que mi hijo asista a la universidad? ¿Para sentirme seguro, para que pueda realizarse como profesionista, para que sea aceptado socialmente? Si tu respuesta es alguna de estas, tal vez estés haciendo del sistema educativo un ídolo.
Si la universidad es la continuación del viaje escolar de nuestros hijos y esperamos que ella les brinde seguridad y estabilidad o simplemente reconocimiento, estamos pisando arenas movedizas.
Jehová hablando al pueblo por medio de Moisés, marca la pauta de quien está a cargo de la educación de los hijos, cuál es el currículo y cuál es la meta; Deuteronomio 6:4-9, 24-25 debiera definir nuestro punto de partida, el camino y la meta de la educación de nuestros hijos.
“Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.” Deuteronomio 6:4–9.
“Y nos mandó Jehová que cumplamos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová nuestro Dios, para que nos vaya bien todos los días, y para que nos conserve la vida, como hasta hoy. 25Y tendremos justicia cuando cuidemos de poner por obra todos estos mandamientos delante de Jehová nuestro Dios, como él nos ha mandado.” Deuteronomio 6:24–25.
Pienso que, partiendo de aquí, podremos juzgar si es o no válido enviar a nuestros hijos a la universidad.
Es importante tomar en cuenta que si la fe de nuestros hijos no está bien cimentada, y si no nos hemos dado a la tarea de fomentar en ellos una manera de ver el mundo que parta de la Escritura, la universidad traerá más problemas que ayuda, recuerda que ya no es más un lugar donde es fomentada la unidad de la verdad ni de la interpretación de la realidad, es un lugar donde muchos universos (maneras de interpretar la realidad) convergen.
Tarea de los padres es la de ayudar al hijo a encontrar su llamado bajo Dios, en qué área servirá a su Rey, debemos saber que hay muchos llamados (tareas) y la universidad no ayuda capacitar en todos ellos, solo a algunos. Esta es la meta de la educación, el capacitar al hijo a llevar con éxito su llamado bajo Dios. Teniendo esto en mente podemos juzgar si es válido enviarlo o no.
Muchos evalúan a las universidades desde la perspectiva económica, instalaciones, carreras, reputación, pero creo que nuestra evaluación como cristianos debe ir más allá, debemos evaluar si esta o aquella universidad realmente “potencializará” los talentos de mis hijos, si es que terminará de afilarlos para el trabajo del Reino.
¡Necesitamos universidades cristianas! Desgraciadamente no las tenemos todavía o no las suficientes, necesitamos estos lugares donde de nuevo se fomente la unidad de la verdad y que potencialice las habilidades de nuestros hijos para el trabajo del Reino.
Por lo mientras tenemos “universidades” que fomentan la diversidad de “verdades” pero podemos utilizar el conocimiento a favor de la cultura de Dios. Génesis 4 nos narra cómo los hijos de Caín fueron aquellos que se hicieron diestros en las herramientas de dominio mucho antes que los hijos de Dios.
“Y conoció Caín a su mujer, la cual concibió y dio a luz a Enoc; y edificó una ciudad, y llamó el nombre de la ciudad del nombre de su hijo, Enoc. Y a Enoc le nació Irad, e Irad engendró a Mehujael, y Mehujael engendró a Metusael, y Metusael engendró a Lamec. 19Y Lamec tomó para sí dos mujeres; el nombre de la una fue Ada, y el nombre de la otra, Zila. Y Ada dio a luz a Jabal, el cual fue padre de los que habitan en tiendas y crían ganados. Y el nombre de su hermano fue Jubal, el cual fue padre de todos los que tocan arpa y flauta. Y Zila también dio a luz a Tubal-caín, artífice de toda obra de bronce y de hierro; y la hermana de Tubal-caín fue Naama.” Génesis 4:17–22.
Si el pueblo de Dios hubiera tomado la perspectiva temerosa de muchos en la actualidad, de no enviar a los hijos con los “incrédulos” para capacitarse, por lo menos no tendríamos ganaderos, músicos ni herreros, porque los impíos fueron quienes dominaron primero estas herramientas.
Mientras construimos nuestras universidades tomemos el conocimiento que pueden darnos los hombres ajenos a la fe y usarlo para el Señor.
Respondiendo a la pregunta que nos trae aquí, pienso que debemos considerar tres aspectos importantes antes de tomar la decisión:
- Mi hijo(a) está firme en la fe y tiene una cosmovisión integral que fluye de la Biblia.
- Tanto mi hijo y nosotros sus padres, conocemos su llamado bajo Dios y entendemos que esta o aquella universidad potencializa o no las habilidades de mi hijo(a)
- Simplemente la universidad no es una herramienta útil para el llamado específico de mi hijo(a)
Aun así pienso que hay tres áreas que son imprescindibles para cualquier cristiano, la ley de Dios, la Economía y la Apologética. Estas tres áreas son útiles cualquiera sea el llamado de los hijos. Así que no tengas temor sino prepara a tus hijos con fe y esperanza de que el Señor los guardará y los capacitará para Su obra.
Termino con un pasaje en Proverbios que puede alentarnos en esto, en perseverar en la instrucción de los hijos desde pequeños, en este pasaje vemos la continuación de Proverbios 22:6 que dice “instruye al niño en su camino y aún cuando fuere viejo no se apartará de el” de cómo la instrucción de la ley de Dios trae fruto y es escudo para ellos.
“Oye, hijo mío, y recibe mis razones,
Y se te multiplicarán años de vida.
Por el camino de la sabiduría te he encaminado,
Y por veredas derechas te he hecho andar.
Cuando anduvieres, no se estrecharán tus pasos,
Y si corrieres, no tropezarás.
Retén el consejo, no lo dejes;
Guárdalo, porque eso es tu vida.” Proverbios 4:10–13.