Por William Garcia
¿Cuál Era el Hombre Más Odiado por Federico Engels? Spurgeon, o Más Bien, Jesucristo, el Hombre que Predicaba Spurgeon
¿Cuál era el hombre más odiado por Federico Engels? ¿Quién era ese a quien Engels, – el mayor apoyo, partidario y mecenas de Carlos Marx – bien había identificado como su peor enemigo, a quien más odiaba y consideraba el mayor obstáculo para alcanzar la revolución socialista en Inglaterra? ¿Acaso era el libertario Carl Menger, uno de los fundadores de la escuela Austriaca de Economía? o ¿Acaso era John Stuart Mill, uno de los grandes teóricos del liberalismo clásico? o ¿Acaso la reina Victoria, máximo representante de la aristocracia en todo el mundo?, o ¿el Primer Ministro Benjamín Disraeli, máxima figura parlamentaria, conservador del Reino Unido? o ¿el magnate David Rockefeller? No, ninguno de ellos era a quien más odiaba Engels, ¿la razón? Porque ni racionalistas, ni aristócratas, ni políticos o magnates, pueden por sus ideas, títulos, posición o dinero, ser un peligro fundamental para implantar el ideario y la agenda comunista.
¿Quién era entonces el hombre más odiado por Engels? Según cuenta David Aikman en su libro El Engaño de la Incredulidad, Engels le confiesa a una de las hijas de Carlos Marx que el hombre que más odiaba era Charles Spurgeon. Sí, ningún filósofo, político u oligarca, sino el predicador bautista inglés Charles Spurgeon; un sencillo predicador fiel del evangelio y lleno del poder del Espíritu Santo, era el hombre más odiado por Federico Engels. ¿La razón? Solamente la predicación y las obras del ministerio de Spurgeon lograron vencer el veneno de la propaganda ideológica socialista en las mentes de los obreros ingleses. El socialismo es en últimas el máximo ideario que confía en la razón y en el humanismo, con una estrategia completa para implantar un reino dominante (un orden social hegemónico y totalizante). Por lo tanto, ningún otro ideario filosófico político que también sea racionalista y humanista puede hacerle frente eficaz al socialismo, – el humanismo, el racionalismo – es un veneno que termina matando a quien infecta.
Solamente el poder del evangelio puro de las Escrituras, limpio de toda contaminación racionalista, tiene el poder filosófico (teológico), estratégico (evangelizador/discipulador) y dominador (la soberanía y segura esperanza de Cristo) para vencer al socialismo. Solamente el evangelio tiene el poder y autoridad de desmentir eficazmente la fantasía del paraíso prometido por el socialismo. Solo el evangelio puede predicar cual es el verdadero poder soberano del universo, no el hombre perfeccionado en el estado al cual delega soberanía mediante un mítico contrato, sino Cristo exaltado en los cielos. Solo el evangelio puede exponer cual es la verdadera forma de gobierno legítima ante los ojos de Dios, no cualquier sistema de gobierno popular de espaldas a Dios, sino el auto gobierno del hombre redimido y sometido a la soberanía de Jesucristo y de Su Palabra. Solo el evangelio tiene la autoridad de proclamar cual es la Ley que garantice el orden social, no la ley establecida por el convenio parlamentario descarnado de Dios, o establecida por la fuerza del partido dominante, sino la Ley del Pacto revelado en las Escrituras. Solo el evangelio puede exponer con veracidad cual es la esperanza del hombre, no la vida paradisiaca garantizada y vigilada por el gobierno civil, sino la vida bajo las promesas de la salvación ganada por Jesucristo en la cruz. Solo el evangelio puede garantizar el futuro esperanzador duradero para el hombre en sus generaciones por venir; no la permanencia de un orden de diseño humano – una estatua con pies de barro ya condenada a su propia destrucción, sino la esperanza de un Reino eterno al lado de Jesucristo el Rey.
Spurgeon – lo sabía bien Engels – estaba encaminando a las multitudes de trabajadores ingleses a la esperanza del Reino de Jesucristo, librándolos así de las imaginaciones de la filosofía racionalista humanista del Socialismo. Por eso cuando una de las hijas de Marx le pregunta ¿Qué hombre es el que odias en la vida? Engels no duda en responder simplemente y de inmediato: “Spurgeon.” o más bien, entendemos ahora, el hombre a quien predicaba Spurgeon, Jesucristo.