Las dos tablas de la ley muestran al hombre la manera en la que debe vivir, esto desde una perspectiva ético/judicial, o sea vivir en rectitud hacía Dios y en justicia para con los hombres, la vida debe observarse desde esta perspectiva siempre, no podemos pensar en amar a Dios y a su vez tratar con injusticia a los hombres o viceversa. La primera tabla de la ley apunta a los deberes de los hombres hacia Dios primeramente y la segunda tabla de la ley apunta a cómo debemos relacionarnos con los demás hombres. El 4to mandamiento dice:
“Acuérdate del día de reposo* para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.” Éxodo 20:8–11.
La palabra reposo significa “descanso” así que el mandato al hombre por parte de Dios es “descansar”, en si este reposo implica nuestro descanso en Cristo, en descansar en su obra, en Su salvación y en que todas las cosas están bajo Su soberanía. El santificar un día a la semana significa no afanarnos con el trabajo, los problemas y preocupaciones del día a día, sino ocuparnos en descansar en el hecho de que nuestro Señor tiene todo bajo control. El día de reposo sirve también como testimonio para aquellos que no creen y para quienes están bajo nuestro cuidado, reconociendo que la ley de Dios es justa y es buena, así como testimonio de que el pueblo de Dios confía en la soberanía y provisión de su Señor. El principio del día de reposo no es aplicable a solo un día a la semana, sino que el principio es aplicable a la totalidad de la vida, en lo económico, en la salud, en la crianza de los hijos, etcétera. Ciertas situaciones nos pueden poner en una posición donde estemos tentados a confiar o descansar en nuestras propias fuerzas o en nuestra capacidad, y olvidarnos del hecho de que Dios está en control de todo aspecto de la vida. Nuestro Señor habla sobre los afanes que pueden llegar a visitarnos de vez en cuando…
“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” Mateo 6:25.
Aquí Jesús corrige el enfoque de los hombres que llegamos a afanarnos por las cosas “necesarias” de la vida, pero nuestro Señor dice que la vida es mucho más que esto como para estar afanados por ellas; el propósito principal de la vida no es el suplir nuestras necesidades básicas, sino buscar el orden de Dios para la vida, no es que nuestras necesidades no sean importantes, sino que la vida es mucho más que esto, el centro de la historia es Cristo y su Reino.
Por medio de diversas situaciones es que el Señor forja nuestro carácter haciendo que descansemos más y más en Él, haciéndonos confiar en Su providencia y cuidado, entre más descansamos en Él, nuestro carácter se va fortaleciendo, nuestra perspectiva ante el futuro y las situaciones de la vida se vuelve victoriosa; por otro lado, la falta de fe y la desconfianza en el Señor nos vuelve cobardes ante la vida, porque nos hace abandonar la fe en el Creador de todas las cosas, en aquel que sostiene todo con su Palabra y nos hace adherimos a la fe del azar, de lo incierto, y en consecuencia nuestras acciones se vuelven reflejo del reposo en nuestras capacidades o fuerzas.
Más adelante Jesús continúa diciendo:
“No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” Mateo 6:31–33.
He ahí la respuesta a nuestros afanes diarios, buscar el Reino de Dios y Su justicia aplicando su Palabra-Ley a toda la vida, conduciéndonos en rectitud para con Él y en justicia con los hombres, y descansando en que todas las cosas por las cuales se afanan los gentiles, Él señor se encargará de proveerlas si somos fieles guardadores del pacto, trabajando en lo que Dios nos ha dado, no robando, no codiciando, “sino haciendo con nuestras manos lo que es bueno” (Efesios 4:28.) El salmo 112 nos habla de que aquel justo que no teme del porvenir porque su corazón está firme, confiado en Jehová.
Mencioné que el reposo del cristiano descansa en la obra total de su Señor, y cualquier reposo o descanso que no sea en términos de esta fe, es una violación del 4to mandamiento, cuando nuestra seguridad sobre la provisión y el futuro descansan en algo o alguien aparte de Cristo es descansar en la incertidumbre.
La política del hombre pretende dar reposo y certeza al futuro, sin embargo, sabemos bien que cualquier promesa que quiera dar seguridad fuera de las promesas del pacto son arenas movedizas; Hebreos 11 por ejemplo es un tratado sobre la fe, y es interesante notar que todos aquellos hombres mencionados ahí, descansaron en las promesas de Dios aunque sus ojos no llegaron a ver las promesas cumplidas.
El carácter cristiano se hace evidente por la fe activa, la dependencia total y el descanso en que la historia y el mundo pertenecen a su Señor.
La certidumbre hacía el futuro no es consecuencia de la fe que tenemos en modelos políticos, ni económicos, o en si somos capaces o no, sino en el evangelio, en que Cristo está sentado a la diestra del Padre reinando y juzgando con vara de hierro a las naciones, y que este Reino es un Reino eterno que no tendrá fin.