Sin duda en estos tiempos “post-pandemia” hemos notado un crecimiento importante de padres que han optado por retirar a sus hijos de la escuela tradicional y que han empezado a hacer homeschool. Muchas familias de corte conservador, pero sobre todo familias cristianas son las que lideran este movimiento.
Desde una perspectiva cristiana, creemos que la responsabilidad de la educación de los hijos pertenece a los padres, y este movimiento creciente, sin duda pone la responsabilidad donde debe de ir, pero no debemos dejar de lado que incluso el homeschool (aunque cumple con los requisitos bíblicos) debe juzgarse desde una perspectiva pactual o ético-judicial. No podríamos aventurarnos a decir que el homeschool es inherentemente bueno o malo sin antes juzgarlo debidamente.
Iglesias y líderes religiosos bien intencionados que animan a las familias a educar en casa, dan un paso más allá proveyendo información sobre métodos, currículos, precios, cual es más práctico, etcétera; pero un aspecto que han pasado por alto, es el más importante de todos, que es… la filosofía detrás del currículo.
La filosofía detrás es el fundamento en el cual descansa cada currículo, y esto no quiere decir que no todos los currículos tengan una filosofía detrás, sino que no se está tomando en cuenta si es bíblica o no. Al fin del día la filosofía establece las presuposiciones más básicas, por ejemplo, ¿Qué se cree acerca del hombre? ¿Cuál es su meta o propósito? Una vez entendido esto, los métodos, las formas y las metas son establecidas.
La educación está gobernada por lo que una persona cree, por ejemplo, si esta persona cree en la evolución, su concepto del hombre y su propósito estará determinado por esta idea básica, en este caso el hombre no es más que “polvo de estrellas” por lo que no habrá diferencia (si es que somos consistentes con esta idea) con tratar de educar a un niño o a una vaca, de la misma manera que según esta presuposición, el hombre carece de significado y propósito, entonces, ¿Qué propósito podría tener el polvo de estrellas?, de la misma manera, la meta será determinada según esta idea. Yendo más lejos, las leyes y la moralidad estarán sujetas a esto mismo, por lo tanto, estarán en constante cambio, y no habrá un estándar que determine lo bueno y lo malo, pero sobre todo que no cambie. En resumen, hay un dios detrás de cada filosofía.
Por otro lado, la filosofía cristiana establece que el universo fue creado por Dios, y que el mundo y los que en él habitan le pertenecen a Él y sólo a Él. Como declara la respuesta a la primera pregunta del catecismo de Heidelberg:
P. ¿Cuál es tu único consuelo tanto en la vida como en la muerte?
R. Que no me pertenezco a mí mismo, sino que pertenezco–en cuerpo y alma, en la vida y en la muerte—a mi fiel Salvador, Jesucristo.
No solo somos su propiedad, sino que respondemos a Él, no somos autónomos, sino que cada aspecto de nuestras vidas está ligado ética y judicialmente a Él. En cuanto a la educación, los métodos deben estar en armonía con esta declaración. No solo es buscar que programa me es más económico o práctico, sino que el programa esté alineado a los intereses de mi dueño.
La educación pública tiene una filosofía detrás, y responde a los intereses de alguien también, a los del Estado. Se nos ha enseñado, por ejemplo, a que el fin último de la educación es el hacernos buenos ciudadanos y prepararnos para servir a los intereses de la nación:
El propósito de la Educación Básica y Media Superior es contribuir a formar ciudadanos libres, participativos, responsables e informados, capaces de ejercer y defender sus derechos, que participen activamente en la vida social, económica y política de México. 1
Algunos grupos conservadores y libertarios ven en el homeschool una herramienta por medio de la cual verán realizado su derecho a ser libres, y muchos cristianos suben al barco del “derecho” de educar a sus hijos. Pero “mi derecho” a educar no es el punto de partida ni la meta, sino que como cristianos no nos regimos por “derechos” sino por responsabilidades. Y en este caso nuestra responsabilidad es hacia Dios primeramente. No es mi derecho, sino mi responsabilidad de instruir a mis hijos en el temor del Señor capacitándole y dándole las herramientas para interpretar la realidad en términos de lo que Dios ha hablado. Entonces podríamos caer en el error de ejercer nuestro “derecho” pero a su vez estar instruyendo al niño a que el mundo puede ser entendido independientemente de Dios, lo que sería estar en guerra con Él.
Otro aspecto ausente dentro de este movimiento es la meta a futuro (o por lo menos una meta pactual), creo que no pasará de ser una alternativa más si se descuida este aspecto, mucho énfasis se da como mencioné en la libertad, pero también en la seguridad, en la comodidad y en las necesidades del niño. ¿Cuál es la meta de la educación? ¿ejercer mi libertad? ¿educar a mis hijos según mi fe o valores? En parte sí, pero el propósito último es el Reino de Dios en la Tierra. La educación cristiana es el inicio de una transformación cultural, debemos creer que el evangelio tiene el poder de transformar culturas, no solo corazones; si nuestra meta en la educación es la transformación de la cultura del hombre a la cultura de Dios entonces vamos por el camino correcto, de tal manera que nuestras prioridades en cuanto al currículo y necesidades se acomodarán a esta meta.
Como mencioné al inicio, no podemos aventurarnos a declarar el homeschool como algo inherentemente bueno, sin juzgarlo antes. Lo que nos debe preocupar como cristianos no es el método o las formas, sino la filosofía detrás de dicho método o currículo. Las formas pueden ser las “correctas”, pero sin evaluar la filosofía detrás podríamos estar cometiendo el fatal error de estar entregando a nuestros hijos a un dios ajeno brindándoles una filosofía de vida equivocada que no sea consistente con la realidad, anulándolos como soldados del Rey Jesús.
Sin duda el homeschool es la forma más pura de educación pero requiere que descanse sobre una base filosófica cimentada en la Biblia, recordando que la educación va más allá que solo lo académico, sino que abarca la totalidad de la vida, de poco nos servirá tener un currículo que se adecue a nuestras necesidades económicas o a las del niño si no se le está enseñando la cultura de Dios, y que la realidad gobernante es la que está plasmada en la escritura con respecto a la justicia, a la economía, a las artes, etcétera.
1 “LOS FINES DE LA EDUCACIÓN EN EL SIGLO XXI” Secretaría de Educación Pública.