Desde hace algunos años, se ha intensificado un movimiento (si es que se le puede llamar así), donde se promueve el desarrollo de “líderes” en escuelas, corporaciones e incluso iglesias. Es común encontrar cursos y talleres sobre el liderazgo, y la verdad es que son muy buscados, como si de alguna manera ahí residiera el secreto del éxito.
Hay cierta perspectiva desde la óptica humanista donde ser líder es el ideal del hombre, “es mejor ser líder, que seguidor” dicen, podríamos decir con esto que el seguidor desde esta perspectiva es alguien inferior o de segunda clase. Y es importante notar que esta perspectiva nos vuelve propensos a demeritar el trabajo de otros o el nuestro, todo por estar en una constante búsqueda del “líder dentro de nosotros”.
Los padres posiblemente encuentran frustración con esta perspectiva al ver que muchas veces sus hijos no son aquellos que proponen juegos, que organizan equipos o que simplemente son el centro de atención dentro del grupo de amigos o familiares, todos quisieran que su hijo o hija fuera un líder. De tal manera que cuando este niño crece siente esta urgencia de convertirse en uno, y ahí es donde empieza la búsqueda del “líder que todos llevamos dentro”, en el trabajo o en la iglesia. Y esta cadena sigue y sigue.
Otro aspecto importante que debemos analizar es que una visión humanista entiende al “líder” desde un aspecto ontológico, esto quiere decir que o naces o te haces líder.
La misma historia nos muestra que este “estatus” era algo considerado un derecho o algo que podías arrebatar por la fuerza, por ejemplo, por derecho de nacimiento en una monarquía o por la fuerza o por voto en una democracia.
Las palabras de Faraón en Éxodo 5:2
“Y Faraón respondió: ¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel.”
Faraón como muchos humanistas a lo largo de la historia solamente reconocen a aquellos que han nacido con este “estatus” o se lo han ganado, si no “lo tienen” no son dignos de ser escuchados. Esta misma dinámica la podemos ver incluso en nuestros días. Basta entrar a cualquier oficina gubernamental y solicitar hablar con la cabeza de dicha institución, y verás a lo que me refiero.
Ahora, no estoy en contra del concepto de “líder” creo que en cualquier comunidad se necesita de gente que sepa guiar y dirigir. La definición simple de líder es: “Es una persona que guía, dirige o inspira a otros individuos o a un grupo” así que no tengo problema con esto, sin embargo, sí creo que se vuelve un problema cuando se aborda desde una perspectiva humanista, porque como ya mencioné, se vuelve tropiezo más que una ayuda en el trabajo del Reino de Dios. Basta recordar la petición de la madre de los hijos de Zebedeo al pedir a Jesús que sus hijos se sentaran uno a su derecha y otro a su izquierda, palabras que podría pronunciar cualquier madre del siglo XXI.
El liderazgo llamémosle “humanista” no solo descansa sobre bases ontológicas, sino también de forma, y es por esto que es común caer en el error de atribuir liderazgo a alguien con las características de un Nimrod (poderoso y vigoroso). El ejemplo de Israel al ver en la forma o el exterior de Saúl un modelo de líder según el criterio humano no resultó tan bien.
Ahora, pienso que la búsqueda principal debiera ser la autoridad más que un liderazgo humanista, la genuina autoridad está ligada a la ley de Dios y por consecuencia al servicio. Aunque podemos ligar autoridad con el poder, esta unión no es tan estrecha como lo es con el servicio, esto porque el poder se puede ejercer sin autoridad, y más aún sin servicio. En cambio, no puede haber verdadera autoridad sin el servicio y ambos conceptos como mencioné dependen de la ley de Dios.
Al inicio dije que esto comienza desde casa, los padres con presuposiciones humanistas sobre el liderazgo fomentan esta visión a los hijos y esto permea a toda esfera de la vida.
En una esfera más amplia es notoria la búsqueda de líderes que son vistos más que nada como “mesías” salvadores, hombres hechos a la imagen y semejanza del pueblo. En la esfera política estamos saturados de este tipo de personas que tienen poder (fuerza) pero cero autoridad (servicio).
En el Antiguo Testamento, los sacerdotes trabajaban como una especie de líderes porque servían al pueblo como guías en cuanto a su oficio, este servicio no estaba separado de la ley de Dios y del Reino, el Nuevo Testamento nos habla de que el creyente sirve también como sacerdote, y justamente esto es una característica de la cultura cristiana, hombres y mujeres que ejercen autoridad legítima en sus respectivas esferas.
El movimiento patriarcalista moderno dentro de la Iglesia, fomenta en los varones un rol de liderazgo ontológico por así decirlo, por el simple hecho de haber nacido hombre debes ser líder o debes actuar por lo menos como uno, mientras, en el proceso puedes servir. Sin lugar a duda esto huele a paganismo, ya que una cultura pagana se caracteriza por la búsqueda de los poderosos para guiar al resto, Platón en su “República” establece que hay dos tipos de hombres, los que dirigen llámense reyes-filósofos y el resto, a los que les queda obedecer y conformarse con lo que los” líderes” decidan. El cristianismo por otro lado siempre ha tenido la convicción de que sólo hay un Líder legítimo, Jesucristo. Por lo tanto, todos los líderes humanos son por defecto imperfectos, falibles, y deben ser analizados bajo el lente de la Palabra-Ley de Dios en cuanto a su servicio y obras.
La cultura cristiana se debe caracterizar no por “líderes” sino por hombres y mujeres de dominio, que ejerzan la autoridad que les ha sido conferida con fidelidad en la esfera que les ha sido delegada, la mujer de Proverbios 31 es un ejemplo claro de lo que es una mujer/ejército que ejerce dominio en su esfera(s), su autoridad no es independiente a la de su marido sino que el vínculo entre ambos es el servicio, las actividades de la mujer así como las de su esposo se sirven mutuamente así como a sus hijos y a la comunidad.
No hay seminario o curso sobre autoridad que supere al que se imparte en casa, cuando los padres se sirven mutuamente así como a sus hijos, este es un principio básico sobre el ejercicio de la autoridad, el instruir a quienes están bajo la tuya a que ellos puedan ejercerla legítimamente después. Un cambio significativo en la sociedad se dará cuando dejemos de buscar “líderes” que nos digan que hacer y empecemos a desarrollar desde casa hombres y mujeres de dominio.