«Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.» Romanos 1:17.
Este fue el pasaje que Dios usó para que Martín Lutero iniciara lo que hoy conocemos como la Reforma Protestante, y no debemos olvidar que antes de él, hombres fieles a Dios, siglos atrás sembraron lo que años después Lutero iniciaría.
Wycliffe por ejemplo, al traducir la Biblia al idioma del pueblo, estaba sentando las bases para la Reforma y el juicio privado, donde cada hombre podría ahora sí, no estar a expensas del clero, sino que con toda libertad de conciencia estudiar las Escrituras y así poderse juzgar a sí mismo así como a todas las cosas.
Aunque es común relacionar la Reforma y la pelea de Lutero sobre el tema de la venta de indulgencias y la autoridad de la Escrituras por encima de la tradición o incluso del mismo Papa, es raro que se mencione la doctrina del juicio privado, la cual fue la razón detonante que dio inicio a la Reforma Protestante.
La historia de la humanidad es una larga batalla sobre quien es soberano, Dios o el hombre. Por un lado, se busca establecer la autoridad en la autonomía del individuo y por otro el reconocimiento de la autoridad de Cristo sobre toda esfera de la vida y Su Palabra siendo la norma de conducta y gobierno.
La autoridad en el tiempo de Lutero se había centrado en un Papa y en una poderosa élite dirigente de la Iglesia. Los protestantes restablecieron la autoridad suprema de las Sagradas Escrituras en la época de la Reforma. Ahora, esto no quiere decir que no existiera la necesidad de un ministerio de enseñanza conformado por hombres piadosos dentro de la Iglesia; pero, al mismo tiempo, se entendía que Dios había establecido, con igual claridad, el derecho al juicio privado.
James H. Thornwell escribió sobre esto:
“Abandonar el ejercicio del juicio privado y confiar el entendimiento a la guía de maestros lo bastante arrogantes como para pretender la infalibilidad sin presentar las credenciales de una comisión divina, es fomentar un despotismo que nadie puede sancionar sin la autoridad expresa de Dios.”1
Esto fue escrito por Thornwell en el siglo XIX, y donde claramente vemos la influencia de los reformadores que le precedieron.
Ahora, la respuesta de Lutero en la Dieta de Worms nos muestra de la misma manera como el la doctrina del juicio privado es la columna vertebral de la Reforma : «Si el emperador desea una respuesta clara, se la daré. Es imposible que me retracte a menos que se demuestre que estoy equivocado por el testimonio de las Escrituras. Mi conciencia está ligada a la Palabra de Dios. No es seguro ni honesto actuar contra la propia conciencia. Aquí estoy. Que Dios me ayude. No puedo hacer otra cosa».
Para Lutero, la sumisión última debía ser a las Escrituras mismas, ninguna autoridad (llámese individuo o institución) podía reclamar tener la última palabra en ningún asunto. El hombre de manera privada tiene la obligación de juzgar todas las cosas bajo el lente de las Escrituras, de tal manera que la sumisión a las autoridades queda condicionada a si estas están siendo fieles a Dios y a Su Palabra.
Muchos cristianos celebran la Reforma Protestante y bien hacen, sin embargo, han olvidado la doctrina del derecho y deber del juicio privado, cuando esta sigue siendo aplicable en nuestros días con igual importancia que en los días de Lutero; esta doctrina es clave para la lucha contra la tiranía y para el reclamo de la corona de Cristo Rey en toda esfera de la vida.
El cristiano debe juzgar todas las cosas, así como a sí mismo en base a la Escritura y no en base a la opinion de la mayoría o de alguna autoridad que no pone a la Escritura como el estándar último de juicio..
El estar sujetos a las autoridades no es malo, sin embargo, se vuelve pecaminoso cuando la obediencia es ciega y cuando nos sujetamos sin ejercer primeramente el juicio privado.
La Santa Cena por ejemplo, más que un mero rito, conlleva un aspecto ético que no debemos dejar de lado, y este es el del juicio privado; sentados en la mesa del Señor se nos invita a practicar este ejercicio de juzgarnos primeramente a nosotros mismos; y es interesante que es el individuo quien se evalúa a la luz de la Ley de Dios, y no a la luz de una autoridad ilegítima.
«De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.» 1 Corintios 11:27–30.
Este texto nos anima al juicio privado, a juzgarnos delante del Juez Supremo sin necesidad de ningún intermediario humano.
¿Por qué fue y es tan importante esta doctrina? Porque debemos entender que cualquier institución está conformada por hombres que batallan constantemente con el pecado, y que su entendimiento muchas veces manifiesta estar corrompido, es por eso la gran necesidad de juzgar todas las cosas, incluyendo a las instituciones. Por otra parte, la sociedad cristiana más que poner énfasis en Instituciones piadosas, encuentra su cimiento en el autogobierno cristiano que comienza con el juicio privado. Una sociedad que ha abandonado esta práctica tiende a sumirse en la tiranía dejando su conciencia cautiva a lo que decretan lo baales modernos o los documentos humanos, llámese constituciones; aunque es importante el no olvidar que el ejercicio de este principio comienza desde casa.
El patriarcalismo moderno en casa, el clericalismo en la iglesia y el estatismo en la esfera civil, son evidencia de como hay una gran necesidad de la práctica del juicio privado; entre mayor sea el abandono a esta práctica, mayor será el crecimiento de la tiranía.
El concepto de juicio privado tiene implicaciones comunitarias, no solo el de evitar el camino hacía la tiranía, sino el de la restauración de las comunidades.
Mateo 7:3-4 dice:
¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?”
En este pasaje vemos una invitación clara a juzgarnos de manera privada antes de querer juzgar al hermano, y hay un propósito mucho más grande que el evitar ser un hipócrita, y este es el ayudar al otro a sacar la paja de su ojo. La Salvación entendida en términos de “salud” tiene como uno de sus propósitos la restauración de las comunidades, esto en todos los sentidos, incluso en el ámbito civil. No es casualidad que la celebración de la Santa Cena involucre tanto el concepto de juicio privado como de comunión “comunidad”. El juicio privado no solo nos protege de la tiranía sino también nos mueve en términos de “salud comunitaria”.
¿Cómo pretenderemos cambios sociales si no nos juzgamos primero? En términos del pasaje de Mateo 7:3-4 como cristianos ¿cómo promoveremos un cambio piadoso en lo social si tenemos tremenda viga en nuestros ojos?
Wycliffe años atrás al traducir la Biblia al idioma del pueblo, estaba marcando la pauta para la Reforma y el juicio privado, donde cada hombre podría ahora sí, no estar a expensas del clero, sino que con toda libertad de conciencia estudiar las Escrituras y así poderse juzgar a sí mismo así como a todas las cosas.
Otro aspecto interesante es observar que el juicio privado está íntimamente unido a la fe, en el sentido de que juzgamos tomando como verdad lo que declara la Biblia, partimos en nuestro juicio presuponiendo la veracidad de la Palabra de Dios, por ejemplo, tomando el pasaje de Mateo 7, nos juzgamos dando por sentado que en primer lugar tenemos un viga en nuestros ojos y que esta viga no debe estar ahí, los reyes-filósofos modernos te dirían que el problema no es la viga sino el no dejar que ellos mismos te la saquen. El abstenerse de juzgarse a sí mismo, deja la puerta a que alguien determine por nosotros mismos lo que es bueno y malo así como nuestro actuar. Negar esta práctica es poner nuestro apoyo o fe en el juicio de alguien más, es confiar en que su palabra, ya sea de una institución o la de un baal es verdad.
Que esta celebración nos sirva para recordar que tenemos un deber moral de poner en práctica el juicio privado, y de reconocer la suficiencia de las Escrituras como nuestra norma de vida y gobierno. Para que la Iglesia continúe reformándose necesita regresar a este principio.
Esta es nuestra herencia reformada.
1 J.H.Thornwell, The collected writings of James Henley Thornwell, Ill. (Edinburgh: Banner of Truth Trust, 1875/1976),