Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
— Romanos 8:15
Es impredecible cuándo aprenderás algo nuevo, la vida es de continuo aprendizaje. Pienso que después de la muerte aún continuaremos aprendiendo. Aprenderemos de primera mano las consecuencias de habernos sometido a Cristo o haberlo rechazado en vida.
Tengo un negocio de video juegos y hace poco contraté a una jovencita para que lo cuidara. Una mujer tan honesta al momento de entregar cuentas me motivó a conocerla mejor. Obviamente resultó ser una hermana en Cristo.
Una ocasión, mientras hacíamos corte de caja, le pregunté sobre su familia. Ella no tardó en contarme la parte emocionante de su familia. Sinceramente fui transportado a la labor de rescate que la Iglesia del primer siglo llevaba a cabo con los niños que eran abandonados en las calles sombrías de la antigua Roma. Ella me contó lo siguiente:
En una ocasión mi mamá y yo visitamos a mi vecina, una mujer anciana. Mientras platicábamos un olor fétido llegó a nuestras narices. ¿Qué es ese terrible olor? – pregunté. La anciana, balanceándose sobre su silla de madera, nos dijo que era su nieta y que sólo estaba esperando a que muriera pronto. Ella nos contó que desde su nacimiento, una madrugada la mamá intentó abandonarla en medio de la carretera para que fuera atropellada por los autos. Mientras la anciana hablaba, nosotras nos acercamos lentamente a la niña, quien yacía sobre un petate con sus orines y heces. Lo que vimos allí nos perturbó. Inmediatamente, mi mamá se ofreció para cuidar a la niña, la anciana aceptó.
Cuando llevamos a la niña a mi casa para asearla, notamos que sus pies se enderezaban con dificultad. La anciana nos había contado que por vergüenza, la tía la transportaba adentro de una mochila grande y fea. El problema del petate y la mochila le causaron malformaciones y dolores intensos en sus pequeños pies.
Al día siguiente, la llevamos al médico. El cual le diagnosticó desnutrición y otras cosas más. Él nos dijo que la niña no sobreviviría. “Sólo la recogieron para verla morir” – nos dijo. Nosotras no perdimos la esperanza y la llevamos a la iglesia, ayunamos y oramos por ella. La ungimos con aceite y masajeamos sus pies que tanto le dolían. Milagrosamente, Dios la sanó paulatinamente, tanto física como espiritualmente. Hoy, esta niña ya tiene 13 años y vive agradecida con Dios.1
Cristianos y no cristianos han hecho labor de rescate de niños abandonados. Lo hacen porque es algo que la Biblia inculcó en el corazón de occidente. Por ejemplo, en 1880 dos misioneras noruegas Sofía Router y Anna Jacobsen rescataban a niñas que eran lanzadas a los ríos y abandonadas en los bosques de China para ser devoradas por lobos y perros salvajes. Luego las criaban y las enseñaban en la fe cristiana. Esto fue hace sólo doscientos años, antes que la influencia de Jesucristo hubiera comenzado a penetrar en China.2
En los dos últimos siglos, a raíz del movimiento misionero moderno, se ha mejorado la vida de los niños en muchos países y en centenares de tribus a medida que el evangelio se arraigó en sus culturas.
Estos ejemplos nos motivan a obedecer al Rey Jesucristo y a seguir con esa emocionante tradición cristiana de rescatar y adoptar a niños abandonados. Debemos dejar de entregar a los niños a Moloch y sus presentaciones modernas como el DIF. Pongamos en práctica la Doctrina de la Adopción que tanto predicamos en los púlpitos. Nos encanta escuchar que Dios nos adopta como hijos legítimos en Jesucristo, pero no nos gusta la idea de adoptar a aquellos que necesitan de nosotros. ¡Que el gobierno los alimente! – decimos. Comienza a orar y a rescatar a los niños y niñas de las fauces de los lobos y perros salvajes. Prepara tu Espada para cortar sus cabezas. Dios quebrante los huesos de aquellos que hacen daño a los niños y redarguya de pecado a la Iglesia moderna por su inactividad en esta área tan crucial.
Tayde J. García Escobedo.
1 Testimonio personal de Diana Juarez. Ella y la muchacha de quien se habla dieron permiso para publicar su historia.
2 Kennedy, Dr. D. James; Newcombe, Jerry. ¿Y qué si Jesús no hubiera nacido? Editorial Caribe.