VISIÓN AMÉRICA LATINA

Construyendo los cimientos intelectuales para la futura civilización cristiana.

El Futuro Es Cristiano O No Es Nada

Por: William Garcia

La idea que tengamos del futuro (escatología) es sustancialmente importante para la vida, porque lo que esperamos del futuro determina lo que hacemos en el presente. Del futuro solo podemos esperar ya sea lo bueno o lo malo, la bonanza o la ruina, el triunfo o la derrota, o como en la cosmovisión helénica, ciclos de ambas realidades. La visión helénica del futuro ve la historia como un ciclo de acontecimientos en el que la bonanza y la ruina se suceden en un ciclo eterno. El helenismo, entonces, es una visión ausente de esperanza, porque la esperanza, precisamente tiene la espectativa de un orden mejor al que hasta ahora ha existido. Por lo tanto la visión del futuro que plantea el helenismo, como cualquier otra forma de humanismo anti-cristiano, es profundamente deprimente, fatalista y decadente; mientras que la doctrina Cristiana del futuro es la esperanza gloriosa: “Y en cuanto á mí, el acercarme á Dios es el bien: He puesto en el Señor Jehová mi esperanza, Para contar todas tus obras.” Salmos 73:28

El devenir histórico es la prueba definitiva del éxito o del fracaso de las civilizaciones. El desenlace del Helenismo en la antigua Grecia y en el Imperio Romano que lo heredó; el de la civilización Azteca, así como el de los sistemas Marxistas no puede ser otro que el colapso, porque el concepto que tienen del futuro, los ha conducido inevitablemente a la decadencia. Sin embargo el futuro glorioso es una realidad histórica, que se manifiesta en la civilización cuyos conceptos del futuro, se basan en la promesa gloriosa del triunfo de Jesucristo y de Su Reino sobre la creación entera: “Bendito Jehová Dios, el Dios de Israel, Que solo hace maravillas. Y bendito su nombre glorioso para siempre: Y toda la tierra sea llena de su gloria. Amén y Amén.” Salmo 72:18-19 Los mismos enemigos del cristianismo han reconocido en todas las épocas que su propio orden de existencia conduce a la ruina. Los aztecas tenían una cosmovisión decadente y fatalista del futuro porque esperaban que su mundo, es decir su civilización, finalmente caería, y que su colapso, sería precipitado por un rey vengador blanco que vendría navegando sobre el mar desde el oriente. Carlos Marx escribió, de un modo igualmente fatalista que la intención de sú ideología era llevar al mundo al caos, a la ruina, sobre cuyas cenizas él mismo, como un dios, construiría un nuevo mundo: “veré el colapso de este pigmeo gigante cuya caída no sofocará mi ardor, Entonces recorreré como un dios victorioso, entre las ruinas del mundo, y, dándole a mis palabras activa fuerza, me sentiré igual al creador” (Carlos Marx, en su poema: El Orgullo Humano.)

El futuro glorioso, esperanza del Cristiano, entonces es histórico, primero, porque no se limita solo a un orden que esperamos después de la desaparición de la historia para iniciar una realidad puramente espiritual, es decir la esperanza Cristiana también cobija lo concerniente a esta vida. Segundo, el futuro glorioso es históricoporque el futuro glorioso no es individual, sino que involucra a las naciones, a la humanidad entera. Y tercero, es histórico porqueno se limita a una sola institución humana, la iglesia, sino que incluye tanto a la familia como al Estado. Pero además, el futuro glorioso, no solo es histórico, y universal sino que es cósmico, por que no se limita solo al orden humano, sino que involucra a la creación entera, a todo orden creado. De tal manera que el futuro glorioso que el Cristiano espera no se limita a un orden post-mortem, sino que el Cristiano obra y es activo para vivir en el orden de la esperanza “venga tu reino” es una realidad que el Cristiano desea con todo su corazón y por lo tanto vive para ajustarse a tal Reino.El futuro glorioso, es decir, la esperanza Cristiana, no es una fantasía romántica, ni una realidad mágica, ni un evento post-histórico, ni tampoco es una realidad derivada de la revolución social; sino que es un orden traido y llevado a cabo por Dios mismo, pero también cuyo funcionamiento no está limitado a lo estrictamente espiritual, ni a lo celestial. En otras palabras es el ensanchamiento del Reino de los Cielos en toda la creación, en la medida que Su gobierno es ensanchado en el mundo: “Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” Mateo 6:10.

El Futuro glorioso es histórico, pero a diferencia de como lo enseña la doctrina Hegeliana, no es el producto de la historia, ni del entorno social, porque el entorno social no es una persona con voluntad soberana que conduzca un orden dado con leyes en un rumbo determinado. La historia como tal consiste en acontecimientos que no comenzaron en un principio por sí mismos, ni tampoco continúan sucediendo por sí mismos, sino que el hombre es y actúa según lo ha prefijado El Creador. Es decir, como la sociedad, tampoco la historia es una persona, ni es creadora de nada, sino que es la obra de Aquel Soberano que la creó, y para conducir a la historia, Él dotó al hombre de Su misma imagen y semejanza:

“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, éste, como sea Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos de manos, Ni es honrado con manos de hombres, necesitado de algo; pues él da á todos vida, y respiración, y todas las cosas; Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habitasen sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los términos de los habitación de ellos” Hechos 17:24-26

De tal manera que el futuro glorioso, histórico y real que los Cristianos esperamos y nos esforzamos por vivir en él, es nada menos que la consolidación del “Reino de Dios y Su Justicia” Por lo tanto, no solo tenemos esperanza de este nuevo orden cuya autoría e implantación es de Jesucrito; sino que además, los cristianos tenemos el deber de cumplir el mandato de “buscarlo.” Por un lado la negligencia o abandono de buscar este futuro glorioso es un pecado por cuanto es desobediencia al que nos mando buscarlo, y también obsesionarse en la angustia, la incertidumbre y el fatalismo por el futuro es así mismo un pecado, pues constituye una clara falta de fe en el que prometió que “pondría todos Sus enemigos bajo sus pies y que el último enemigo a vencer sería la muerte.”

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